Libro hermoso, particularmente estimulante para todos los que nos interesamos en el teatro, es El espacio vacío (1968) de Peter
Brook. Lo leí por recomendación de mi amiga Brenda Escobedo hace un par de años
y desde entonces he regresado a sus páginas en dos o tres ocasiones, ya sea para releer
lo que el dramaturgo inglés dice sobre Artaud o Beckett, o para
intentar entender mejor esos conceptos suyos tan sugerentes como el del teatro “mortal”,
el “tosco” o el “inmediato”.
Brenda Escobedo con el actor español José Luis Gómez al final de una representación de La Celestina, cuya dramaturgia fue firmada por ambos. Madrid, febrero de 2017. Foto: FF |
Una
frase del libro, sin embargo, me incomodó desde la primera lectura. La utiliza
Brook para hacer una analogía que concluye con estas palabras: “Cuando
buenos actores interpretan malas comedias o revistas musicales de segunda
categoría, cuando el público aplaude mediocres puestas escénicas de los
clásicos simplemente porque le agradan los trajes o los cambios de decorados o
la belleza de la primera actriz, no hay nada malo en esa actitud. Sin embargo
¿se ha tomado conciencia de lo que hay debajo del juguete que se arrastra con
una cuerda? Lo que hay debajo es una rueda”.
Es
decir: cuando se hace ese tipo de teatro o se produce ese género de efectos entre
quienes lo presencian, se echa mano de un juguete arrastrándolo con una cuerda, cuando ese mismo juguete tiene debajo
un inmenso potencial: nada menos que una
rueda que podría hacerlo mucho ligero, grácil y efectivo. La diferencia
supone el salto gigantesco que hay entre arrastrar una mole o simplemente
liberarla, echándola a rodar.
Imagen de uno de los primeros ensayos en foro de Medea, de Heiner Müller. Puesta en escena de Sergio Vela. Foto: FF |
“En
México, antes de la invención de la rueda, los esclavos tenían que acarrear
gigantescas piedras a través de la selva y subirlas a las montañas, mientras
sus hijos arrastraban sus juguetes sobre minúsculos rodillos. Los esclavos construían los juguetes, pero durante siglos no consiguieron
establecer la conexión”.
El
Señor de Anaité. Monumento 155. Toniná, Chiapas. Clásico tardío (600-900,
d.C.). Piedra caliza. Foto: FF
|
Antes, todavía una palabra sobre
el libro de Brook: este asunto sin mayor trascendencia no llega a ser siquiera un
lunar en la piel de un libro tan hermoso y sugerente como el suyo. Y algo más:
admitiremos que la frase, que resulta efectiva para los lectores, puede
seguir excitando la imaginación de cuantos se decidan a intentar penetrar en los
misterios del arte teatral. Finalmente es literatura y la literatura funciona
con frecuencia de esa manera, acudiendo a veces a lo verosímil antes que a lo verdadero, como explica el filósofo clásico. Sin embargo, también es cierto que nunca viene mal un poco de información certera y fresca, para saber que las imaginaciones que
leemos, aun con convencimiento y entusiasmo, no siempre corresponden con la
verdad.
Respuesta de Alfredo
López Austin
Querido
Fernando: Hay
algunas imprecisiones en la cita que me mandas.
1.
No se tiene seguridad de que los escasos y muy localizados “juguetes” con
ruedas hayan sido juguetes.
2.
Los “juguetes” no rodaban sobre minúsculos rodillos, sino sobre ruedas que
giraban sobre brevísimos ejes que son prolongaciones de sus plataformas.
3.
Las grandes piedras eran acarreadas sobre rodillos y, donde era posible, sobre
balsas por vías acuáticas en pantanos o lagos que podían haber sido unidos por
canales. Las ruedas con eje no hubieran resistido el peso.
4.
Los carros provistos de ruedas con ejes son propios de culturas con animales de
tiro. Aquí no los había.
5.
No existe ninguna base para decir que quienes acarreaban las piedras y
construían edificios eran esclavos. Mucho menos, que eran esclavos los que
hacían los “juguetes”. Si la respuesta requiriera ampliación o aclaración, por
favor dímelo.
Te
mando un abrazo. Alfredo
Respuesta de Eduardo
Matos Moctezuma
Caro
Fernando: Creo que el señor Brook está equivocado. En primer lugar, no podemos
hablar de esclavos pues estos no existían, por lo menos como se consideraban en
la antigua Roma, sino grupos tributarios o gente de la población que
contribuían en las magnas labores de las ciudades. En segundo lugar, el
principio de la rueda era conocido y, en efecto, especialmente en el centro de
Veracruz se elaboraron perritos sobre una pequeña plataforma de barro con
ruedas para que rodaran, pero no se aplicó como medio de transporte ya que no
había animales de tiro y carga como en Europa u otras latitudes, por lo que se
utilizaba al hombre mismo para trasportar cargas, etc...
Un
fuerte abrazo.
–––––––––––––––––––
El
retrato de Alfredo López Austin es de María Luisa Severiano y lo tomo del portal en línea de La Jornada; el de Matos Moctezuma, pertenece
al archivo de la revista Proceso; la
foto en la que aparecen los dos es de Alejandra Leyva, de El
Universal. Tomo la foto de Peter Brook de la red.
Más sobre teatro en
este blog:
Cuando fui el Narrador, http://bit.ly/2rCRdqg
La lengua de La Celestina, a escena, http://bit.ly/2pjD0RK
Textos
para La mujer sin sombra de Richard Strauss, http://bit.ly/1IraPP6La lengua de La Celestina, a escena, http://bit.ly/2pjD0RK
un placer el haber llegado hasta aqui
ResponderEliminargracias por seguirme
Eliminar