Se
hizo de la costumbre durante los últimos años de su vida: su hija Elsa le
conseguía las planas de las calcomanías en Lumen y él se dedicaba a pegarlas en
las portadillas de sus libros, como una pequeña travesura infantil.
La semana
pasada, de unos libros que estuve a punto de donar, rescaté una
serie de volúmenes en miniatura que ya no me acordaba que él me había regalado.
La amiga a la que le hacía yo la donación, por cierto para un fin algo más que loable,
abrió uno de ellos, nada menos que una vieja edición española del Cándido de Voltaire, y saltó a las risas: ¿qué hacía, en las
primeras páginas de una edición de 1925, la calcomanía de un panda?
Aun sin recordar el momento exacto en el que Almela me regaló ese libro, reconocí
de inmediato su gesto, el sentido del humor que envolvía ese gesto, la visión
del mundo que había en el corazón de ese sentido del humor. Por lo que alcanzo a recordar ahora, y las fechas de esas ediciones, estoy ahora casi seguro de que pertenecieron al padre del poeta, Juan Almela Castell, quien los heredó a su hijo. El asunto me animó a
escribirle a mi amiga Elsa Almela para preguntarle por esa curiosa costumbre de su padre.
Esto es lo que ella acaba de contestarme:
Elsa Almela y yo, al final de la charla sobre su padre en la que ambos participamos en la Universidad de Alcalá de Henares en octubre de 2016. Foto: FF |
“Todo empezó, según recuerdo, cuando mi
sobrina era una niña de 3 años y era fanática de las calcomanías de todo tipo.
Un día de aquellos llegaron ella y mi hermana con un montón de pegotes que
habían comprado en Lumen, y recuerdo que le regalaron a mi papá un sobre
con 3 planillas de calcomanías felinas. Y de ahí mi papá siempre de los
siempres me encargaba calcomanías de Lumen. Llegué a comprarle la mayoría de
gatos, obviamente. Un día fui y no había de gatos, así que le compré de delfines,
de mariposas, de ranas… No importa qué animal fuera, pero tenían que ser de
animales, eso sí. Yo veía que
las pegaba en sus libros, junto a la firma, pero desconozco si los libros elegidos
eran al azar o si pensaba tal título para alguna calcomanía en especial. Aún
ahora cuando abro un libro, veo la calcomanía”.
Recuperados,
mi amiga y yo, de las risas que nos produjo la imprevista aparición del panda, y contando con la entera
comprensión de ella, aquellos pequeños volúmenes que originalmente formaban parte de mi
donación fueron devueltos a mi biblioteca. Así, mientras escribo, los
libritos yacen tranquilamente en el denizario que ocupa un respetable lugar en mi librero, y en el que,
por cierto, hay de todo: desde las primeras ediciones de los libros de Almela, naturalmente,
hasta algunas curiosidades como su traducción de Tagliavini, su ejemplar de Todos
fuimos culpables de Simeón Vidarte o las ediciones modernas de los libros que escribió su padre. He aquí una muestra de esas portadillas
“intervenidas”, en las que puede sentirse el espíritu lúdico e
imperecedero de Gerardo Deniz.
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Foto: FF |
Más sobre Juan Almela /
Gerardo Deniz en este blog:
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Quince razones para asomarse a De marras, http://bit.ly/2bmYunI
Deniz en Buenos Aires, http://bit.ly/1N37oAb
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