Escribo con todo propósito “oximoron”, sin acento,
y no oxímoron, como hacen mis amigos y aconsejan las autoridades que tengo a la
mano. La razón es sencilla: siempre he escrito y pronunciado la palabra de esa manera,
como si fuera llana y no esdrújula. Apenas la semana pasada hice uso de ella al
final de mi artículo sobre un volcán de Vicente Rojo: la sensación que me produce
la aguatinta de gran formato que me acompaña desde hace un par de años, es la de
una “volcánica serenidad”; antes, escribí: “si el oximoron es tolerable”.
Esta frase, como sabe todo el mundo, es una cita
literal de un célebre pasaje del cuento más conocido de Borges: su descripción física
de Beatriz Elena Viterbo, el mercurial personaje femenino del cuento “El Aleph”.
Escribe el gran poeta argentino, con la intención de comparar los encantos de su
amada con las carnosidades y estupideces del despreciable primo de ella, Carlos
Argentino Daneri: “Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada; había en
su andar (si el oximoron es tolerable) una como graciosa torpeza, un principio de
éxtasis”. Como se ve, también deliberadamente en esta ocasión he escrito (copiado,
en esta ocasión) la palabra sin la tilde
que piden mis amigos y las autoridades que tengo a la vista.
Pasaje del cuento de Borges donde leí la palabra por primera vez. El Aleph, Alianza Editorial/Emecé, undécima edición, Madrid, 1981 |
Cuando allá a finales
de 1981, a mis 17 años, leí la frase por vez primera, así me pareció que era la
palabra y así la tengo en uso oral y escrito desde hace treinta y cinco años. (Las
ediciones de Borges de mi biblioteca son mayormente de las décadas de 1980 y
1990; en las más recientes, una mano estúpida y no vigilada suficientemente por
una viuda encargada de vigilar a los otros, acentuó “oxímoron”.)
Pasaje del cuento con la tilde en "oxímoron" que Borges no escribió. Edición de Penguin Random House, actualmente en circulación. |
La entrada que se muestra a continuación podría estar relacionada: oxímoron”. Hacemos
click sobre la palabra y esto es lo que
encontramos: “oxímoron. Del griego ὀξύμωρον oxýmōron. Combinación, en una
misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto
que originan un nuevo sentido, como en un silencio atronador”. Nada sobre
la posibilidad de que alguien pueda hacer uso de ella como si fuera grave. (En la Vigésima primera edición del Diccionario, de 1992, que es la que tengo impresa, ni siquiera aparece...)
Tampoco dice nada al respecto Helena Beristáin
en la entrada que dedica a la palabra. Véase su definición, aunque sólo sea como una
prueba más de la naturaleza granítica y casi impenetrable de su Diccionario de Poética y Retórica: “Se trata
[…] de una metábola de la clase de los metasememas y se produce por supresión/adición
(sustitución) negativa, ya que uno de los términos posee un sema nuclear […] que
es la negación de un clasema (sema contextual que se actualiza en un contexto)”.
Lo mismo ocurre en el Diccionario Internacional de Literatura y Gramática de Guido Gómez Silva,
que compré aconsejado por David Huerta, donde leo: “Oxímoron [del griego tardío
oxymoros (con acento en la “y”), ‘sutilmente
tonto’, del griego oxys, ‘agudo’ * morós,
‘tonto’] Figura retórica en la cual, para un efecto epigramático, se combinan términos
contradictorios”.
Ante tal unanimidad, me pregunto cómo lo escribirán
mis amigos y hago un pequeña pesquisa entre algunos de los que más admiro. Todos, sin excepción, me dicen que usan la palabra como esdrújula; uno de ellos me explica que el plural es “oxímoros”; otro, que la tiene en uso como esdrújula pero que durante sus primeros años como lector la usó como grave. El resultado en internet es parecido: en una entrada del 28 de febrero de 2011 del portal de la revista Letras Libres, por ejemplo, Gabriel Zaid escribe que la frase “Partido
Revolucionario Institucional” es un “oxímoron audaz”.
Molina Ayala en su cubículo del Instituto de Investigaciones Filológicas. Foto: FF |
Moreno de Alba. Foto: Cecilia Gutiérrez |
José Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana
de la Lengua hasta su muerte, escribía la palabra sin acento, al menos si juzgamos por lo que se lee en la página 342
de sus Minucias del lenguaje (FCE,
1992): en la simpática entrada que dedica a las voces “pericoapa” y “pericentro”,
dice de esta última, que es el nombre ya delirante de un establecimiento comercial
en el centro de la ciudad de México, que se trata de un “pintoresco oximoron involuntario”.
Por último, con el pasaje manuscrito que tengo delante en
la microscópica letra de miope de Borges, me animo a escribirle a Julio Ortega,
corresponsable de la edición de “El Aleph” de la que hablé más arriba. Y es que,
al transcribir la palabra, el investigador peruano la dejó sin tilde tal como la escribió el argentino,
y no hizo ningún comentario al respecto.
Le pregunto, entonces, si así la usaba Borges, si
así se usa en Sudamérica, y esto es lo que me responde: “Yo creo que el uso latinoamericano
suena más cerca de oximoron que de oxímoron. La razón, me parece, está en la pronunciación.
Nadie pronuncia oxímoron como nadie pronunciaría oximorón. […] En efecto, pronunciamos OCSI-MORON, con lo cual la primera sílaba lleva un sonido
grave (OC) que se relaja en la segunda (SI). El acento, por ello, es un énfasis.
La RAE dice que ambas son correctas; aunque, escrita o enunciada, la primera me
resulta más posible”.
Pero a lo que voy (o iba): ¿dónde se origina mi
manera de pronunciar la palabra como llana? Lo escribí más arriba: en el famoso pasaje de “El Aleph”.
Volvamos a él para preguntarle al sentido del oído, el órgano literario por excelencia, y escuchemos de esa manera al mismo Borges (el otro, el mismo).
Repitamos en voz alta el pasaje borgiano (esta vez no me queda tiempo para fustigar a los pedantes que dicen “borgesiano”); leámoslo en voz alta, repito, para entender que suena perfectamente cuando decimos, sin tilde: “Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada; había en su andar (si el oximoron es tolerable) una como graciosa torpeza, un principio de éxtasis”. Por venir de quien viene, por sonarme maravillosamente bien, este pasaje es suficiente y definitiva autoridad para mí.
Repitamos en voz alta el pasaje borgiano (esta vez no me queda tiempo para fustigar a los pedantes que dicen “borgesiano”); leámoslo en voz alta, repito, para entender que suena perfectamente cuando decimos, sin tilde: “Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada; había en su andar (si el oximoron es tolerable) una como graciosa torpeza, un principio de éxtasis”. Por venir de quien viene, por sonarme maravillosamente bien, este pasaje es suficiente y definitiva autoridad para mí.
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Las fotos de Borges que abren este post son de Amanda Ortega (Fundación Internacional Borges); las tomo prestadas de de http://bit.ly/2ffE4PP
Descubre la poesía, http://bit.ly/2wWCGuQ
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