Con relativa frecuencia
me invitan a aparecer en la televisión. Suelo declinar, todo lo amablemente que
puedo. No por otra cosa: delante de la cámara me siento, en cierto modo, amenazado; me agreden las
lámparas del set; me incomoda la mano que retoca el maquillaje o esculca entre
mi ropa para ajustar la caja del micrófono; me agobia la crudeza de la textura
televisiva y quizás también la irreversibilidad de la imagen fijada en
movimiento. No es éste, desde luego, el lugar para llegar al fondo del asunto.
Sólo añadiré que
me parece odiosa la propagación indiscriminada de las imágenes y sobre todo me
repugna el equívoco que es la fama que proviene de la televisión. Pero no digo que de esa agua no beberé. Como la mayoría de la gente, me mantengo de
mi trabajo y si un día se acaban el apoyo a la escritura o las ediciones para
otros, la radio o las clases, quizás me vea en la necesidad de hacer algo para
la televisión.
Además, ya he bebido. Acabo
de hacerlo. Esta vez no fui capaz de decir que no, ni siquiera todo lo
amablemente que hubiera podido hacerlo. Me lo propuso una de las poquísimas
personas a las que no puedo negarles nada; por si fuera poco, el tema es el
gran amor secreto de mi vida: el teatro. Alguna vez contaré cuándo y de qué
manera me enamoré para siempre de los escenarios, una inolvidable noche de mis quince años, con el
lenguaje y los misterios de Valle Inclán.
Mi amigo me llamó el año
pasado para invitarme a participar en un programa de televisión sobre teatro y
no pude decirle que no. Por razones de tiempo, al final fue imposible hacer lo
que primero nos habíamos propuesto (y me había sonado razonable): que
desarrollara yo por escrito una columna sobre temas teatrales para ser
leída frente a la cámara. Al final todo quedó en que me limitaría a hacer lo que
mejor sé hacer: preguntas.
Desde hace tres semanas
se emite por Canal 22 la serie La Ruta del Teatro en la que hago las veces de
conductor al lado de la actriz Renata Ramos Maza. La idea del programa,
producido por Jesús Sánchez Maldonado, es conversar con algunos de los
principales directores y actores teatrales de México sobre los fenómenos
dramatúrgicos y las obras que han marcado al arte de las tablas de los tiempos
más remotos a la época contemporánea. Cada capítulo de la serie, que consta de
13 programas, abre con una pequeña lectura de atril hecho por la talentosa Renata.
Mi compañera de aventura vivió más de veinte años en París, donde formó parte del Teatro del Sol, la compañía fundada por la legendaria Ariane Mnouchkine. Su colaboración como actriz principal de esa compañía le permitió conocer tradiciones teatrales de culturas no occidentales y la hizo adentrarse en los grandes mitos de la Antigüedad Clásica.
En 2010 volvió a México para integrarse a la Compañía Nacional de Teatro, en la que permaneció hasta 2016.
La última vez que la vimos en escena fue cuando representó a la mujer de Richard Strauss en la obra que explora la relación entre el músico alemán y el escritor judeo-austriaco Stefan Zweig. La puesta en escena de La colaboración, de Ronald Harwood, fue dirigida por Sergio Vela. Para mí, parte del encanto de participar en la grabación de un programa como La Ruta del Teatro era compartir el escenario, siquiera televisivo, y las emociones que se viven tras bambalinas, con una actriz de verdad.
Renata Ramos en escena. La Misericordia, de Hugo Alfredo Hinojosa. CNT, 2013. Foto: Isaac Ramdia. |
La última vez que la vimos en escena fue cuando representó a la mujer de Richard Strauss en la obra que explora la relación entre el músico alemán y el escritor judeo-austriaco Stefan Zweig. La puesta en escena de La colaboración, de Ronald Harwood, fue dirigida por Sergio Vela. Para mí, parte del encanto de participar en la grabación de un
Renata Ramos en escena. La colaboración, de Ronald Harwood. CNT, 2016. Foto de Lorenzo Rosi. |
La idea es concluir con una
pregunta más, para el bloque final, personalizada en cada caso; por esa razón
no la escribo. Por ejemplo, a Elsa Cross podríamos preguntarle cómo puede
convertirse en una pieza teatral unitaria una serie de poemas, o cantos
rituales y sagrados, antiquísimos, que se han rescatado de las más diversas
fuentes… A Laura Almela, qué significa revivir a los personajes de la novela de
Laclos, reinterpretados por Müller, en un tiempo en que el papel de las mujeres
ha variado sensiblemente respecto a finales del siglo XVIII, que es cuando
ocurre la novela de la que parte la obra teatral. Y etcétera. Yo creo que
al final podremos improvisar en cada uno de los casos.
La lista de obras e
invitados resultó francamente buena. Véase si no: Edipo Rey, Macbeth,
Tartufo, La vida es sueño, Tío Vania, Cuarteto, El círculo de tiza, El Divino
Narciso, Innana y el teatro de Elena Garro.
Momento de la entrevista con Luis de Tavira sobre Brecht. |
Los invitados, en el mismo orden, fueron
Natalia Moreleón (Sófocles), Mauricio García Lozano (Shakespeare), Sabina
Berman (Molière), Ignacio García (Calderón de la Barca), David Hevia (Chéjov), Laura
Almela (Müller), Luis de Tavira (Brecht), Alberto Pérez-Amador Adam (Sor
Juana), Elsa Cross (Innana) y Sandra Félix (Garro).
Eugenia Cano: Kathakali. |
Además, La Ruta del Teatro dedicó
programas respectivos al teatro indio Kathakali, el japonés Kabuki y la italiana
Comedia del Arte, en los que conversamos respectivamente con Eugenia Cano,
Amaury García Rodríguez y María Pía Lamberti.
Laura Almela se preparar para el programa sobre Cuarteto de Heiner Müller. |
Los programas se enriquecieron con algunas entrevistas hechas fuera de estudio, como la que la
productora grabó con el embajador de Grecia para recoger su testimonio sobre Sófocles
y la tragedia clásica en general; para hablar de Chejov se entrevistó a David Olguín, y a Geney Beltrán Félix para el caso de Elena
Garro.
David Olguín se refiere a Tío Vania de Chéjov. |
Geney Beltrán Félix, en entrevista sobre el teatro de Garro. |
Con la idea de hacer más profunda la entrega sobre el teatro de sor Juana, el
programa conversó con Alejandro Soriano Vallés, unos de los principales expertos en la monja jerónima y seguramente su principal biógrafo.
Alejandro Soriano Vallés, principal biógrafo de Sor Juana. |
A propósito de Edipo Rey,
José Solé dio un largo testimonio sobre la manera en la que se inició en el
teatro siendo niño; ese material, que no venía precisamente al caso, no fue
utilizado para el programa pero allí quedó, para ser aprovechado algún
día.
José Solé nos refiere cómo supo desde niño que su vida estaría ligada al teatro. |
El testimonio es muy valioso sobre todo a la luz de su muerte,
ocurrida apenas un mes y medio más tarde. Esa tarde, después de la charla delante
de las cámaras, aproveché para mostrarle el programa de mano de aquella
inolvidable Orestiada íntegra de más
de seis horas que dirigió en los años ochentas y que tuve la suerte de
presenciar en un teatro del Centro Cultural Universitario, acompañado de mi
querido amigo Sergio Vela. José Solé aceptó estampar su firma en el documento, uno
de los más valiosos de mi archivo teatral.
Hace tres semanas fuimos avisados de manera inopinada que la serie empezaría a transmitirse.
Durante los días de las grabaciones tomé algunas fotografías (nunca tantas como
me hubiera gustado); son las que ilustran este post. Las demás son imágenes testimoniales o tomas de monitor
hechas por Paulina Franch, a quien agradezco que me las haya compartido. La intención de esta
entrega de Siglo en la brisa es invitar
a mis amigos a ver La Ruta del Teatro: pasa los jueves, a partir de las ocho y
media de la noche, por Canal 22.
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La foto que abre este post es de Jesús Sánchez Maldonado, a quien agradezco las facilidades brindadas para hacer La Ruta del Teatro.
Más sobre teatro en este blog:
La colaboración, de
Sergio Vela, http://bit.ly/2onOobd
Textos para La mujer sin sombra de
Richard Strauss, http://bit.ly/1IraPP6
Cuando fui el Narrador, http://bit.ly/2rCRdqg
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