(Mi amigo
Alberto Kalach me invitó a conmemorar, en una ceremonia en la que también
estaría el Secretario de Cultura de la ciudad de México, Eduardo Vázquez
Martín, un nuevo aniversario del nacimiento de Luis Barragán. Fue en Tacubaya,
delante de la célebre Casa-Museo, al fondo del jardín que, a invitación de la
Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán, el mismo Kalach rediseñó hace unos
meses siguiendo los viejos trazos, distinguibles todavía sobre el terreno, del gran
arquitecto jalisciense. Primero habló Alberto; después, Eduardo. Por último, yo.
Aquí una reconstrucción por escrito de lo que improvisé en la ocasión.)
En
septiembre pasado, cuando estuve en este mismo lugar para la inauguración de la
exposición fotográfica más reciente de mi amiga Martirene Alcántara, se me
ocurrió hacer unas fotos del rediseño del jardín que acababa de estrenar
Alberto Kalach.
A la derecha, Martirene Alcántara. |
Mi idea era hacer unas imágenes que fueran testimonio de cómo
empezó este jardín; así, con el tiempo, podremos tener unas fotos con las
cuales comparar y apreciar de la mejor manera las diversas etapas de su
historia. Las publiqué en este blog
(el link, al calce), prometiéndome repetir la operación de cuando en cuando. Ahora
que regreso por vez primera, sólo seis meses más tarde, me sorprende cuánto ha
empezado a desplegarse, y celebro que, apenas medio año después, sea ya necesario
hacer una segunda serie de imágenes. (1)
El jardín de Tacubaya, en septiembre pasado. La foto es mía. |
Cuando
Alberto me invitó a conversar sobre Barragán y sus jardines, temí que quizás no
tendría nada oportuno que decir. Decidí entonces para mis adentros que mi
intervención consistiría en hacer unas cuantas preguntas a mi amigo arquitecto,
a quien he tratado a lo largo de muchos años, para conocer de viva voz cómo fue
la experiencia redibujar el espacio. Como también me pareció interesante intentar
refrescar algunas ideas, acudí a los orígenes de algunas palabras y conceptos: busqué
la etimología de la palabra “jardín” y leí las páginas del Génesis dedicadas al
paraíso. Y es que yo asociaba “jardín”, o quizás más bien “paraíso”, con
“deleite” o “delicia”. Estaba equivocado: como aclaró Alberto en su
intervención, la palabra “jardín” viene de la lengua francesa –es el diminutivo
de una antigua voz para “huerto”, la cual procede a su vez del franco “guard”,
que significa “cercado”…– Por su parte, “paraíso” es, en última instancia, esta
vez del avéstico, “cercado circular”…
La
respuesta la encontré en el primer libro de la Biblia, en el que se cuenta, más
o menos con estas palabras, que Yavé-Dios “plantó un jardín en Edén”. Tras esta
palabra, “edén”, estaba lo que yo buscaba, lo que había leído en alguna ocasión
y se había quedado grabado defectuosamente en mi memoria: esa voz, ésa sí,
proviene de la palabra hebrea que significa “delicia”. Yavé-Dios plantó un
jardín en Edén, esto es, en un lugar cuyo nombre significa algo así como Delicia.
Esta
palabra me llevó de manera natural al Bosco; y es que hace sólo un par de
semanas vi el documental de Radio Televisión Española sobre El jardín de las delicias (estrenado en
2016, El jardín de los sueños, que es
como se llama, fue dirigido por José Luis López Linares). Eché primero un ojo a
la tabla de la izquierda, la que propiamente puede describirse como un jardín
delicioso, como un paraíso. Por supuesto, el que toda la obra, incluidas las tablas
intermedia y derecha, lleve el título de El
jardín de las delicias no puede ser sino un acto de mordiente ironía: el
mundo, desconcertante, cuajado de contradicciones, polémico, en medio; a la
derecha, el infierno. Por lo visto no eran extrañas todas esas figuras que
tanto nos llaman la atención ahora, porque aparecían de manera marginal en las páginas
miniadas de los libros de la época.
Pero
volvamos a la tabla de la izquierda. Es interesante lo que escuché explicar en
ese mismo documental: en la pieza del Bosco, Dios, que aparece entre Adán y
Eva, tiene el rostro que iconográficamente asociamos no con Dios Padre sino con
Dios Hijo. Pero lo más llamativo es que está sosteniendo la mano de Eva, como
si la unión fuera con Él y no con Adán. Un detalle simpático al lado del grupo
de los tres personajes principales da una idea cabal de lo que debe de ser el Edén:
la figura de un gato que pasa, con un roedor recién cazado entre los dientes.
Al tiempo
que hacía estas pesquisas, se me ocurrió escribirle a mi amigo Juan Palomar,
conocedor como pocos de la obra de Barragán, para contarle que Alberto me había
invitado a estar en la plática y pedirle alguna idea. Esto es lo que escribí: “Querido
Juan: mañana voy a entrevistar a Alberto sobre los jardines de Barragán. ¿Has
escrito algo al respecto que me puedas mandar por esta vía? Me interesa mucho
conocer tu experiencia y tus ideas sobre el tema”. Generoso como siempre, Juan
me mandó el espléndido texto que copio a continuación:
Juan Palomar en el aniversario 115 de Luis Barragán. Foto: María Bustamante. |
Fuente: internet, donde aparece sin crédito. |
¿Qué son
los “árboles torcidos de LB”? Figuras barrocas en el paisaje, expresando con
mayor potencia la alegría y lo inesperado de la vida, del milagro. Por eso
también adoraba los accidentes en los terrenos donde hacía sus jardines: eran
oportunidades de emoción y conmoción, de sorpresa, de magia y de encantamiento
(para utilizar los conceptos que B usaba).
Por lo
tanto, los “grandes” arquitectos funcionalistas/racionalistas (que no tenían ni
idea ni interés en los jardines, eran objetuales) se escandalizaban de las
libertades que LB se tomaba. Ponían ellos árboles como soldaditos, si es que
ponían, porque no diferenciaban un guayabo de un pirul. Hay un trasfondo moral
en ese puritanismo del que el erotismo desatado de B está lejanísimo.
Foto: Armando Salas Portugal. Fuente: Internet. |
Total:
jardines católicos (tradición mediterránea) vs jardines protestantes (anglos) –los
que alcanzaban a hacer Pani y compañía. Y así podríamos seguirle por horas, mi
querido Fernando.
Teodoro
me platicó una vez que, en los 50, cuando estudiante, sus maestros le prohibían
a sus alumnos ir a las obras de LB. Y les obedecían (evidentemente). Pero eso
sí, me dijo, a nuestras novias no podíamos evitar llevarlas a los jardines de
LB en el Pedregal... Atrás de esto está lo mismo: la “ortodoxia” de los
“modernos” contra la absoluta libertad, y sobre todo, contra el turbador
erotismo que LB expresaba. Etc. [Hasta aquí, Juan Palomar]
Armado de
estas palabras debidamente impresas, y con el repaso fresco del significado
etimológico de algunas palabras, sentí por fin que estaba justificada mi
presencia en el cumpleaños de Barragán, así que regresé tranquilamente a mis
lecturas. Lo curioso del asunto es que, nada más desviar la mirada, fui a encontrarme
de nuevo con el motivo de mis anteriores preocupaciones y sin quererlo me encontré
nuevamente en el centro de la cuestión.
La cosa
ocurrió de esta manera: desde hacía un par de semanas leía yo un largo poema, los Proverbios morales de Sem Tob de Carrión, poeta judío del siglo XIV, que
estaba entre mis propósitos de lectura desde finales de 2014, cuando supe de él
por El sueño erótico en la poesía
española de los siglos de oro, el libro de Antonio Alatorre (FCE, 2003). En
las primeras páginas de este libro, el gran filólogo mexicano cita unos versos
de ese poema para decir que son los
que inauguran el tema del sueño erótico en nuestra lengua. Aunque es posible
que, como he leído con posterioridad en algún otro especialista, hayan sido
interpolados en los Proverbios morales,
a donde quizás no pertenecen, esos versos son de verdad notables. Cuenta Sem
Tob que soñó que una vez besaba a una mujer hermosa, la cual estaba medrosa (esto es, temerosa) de
que pudieran despertarse quienes vivían con ella, en su posada; dice el poeta que
encontró su boca sabrosa y su saliva templada. Por último añade que nunca vio
cosa que fuera tan dulce y al mismo tiempo tan agria cuando tuvo que dejarla. Ninguna
prosificación podría ser tan bella como los versos de Sem Tob:
En
sueño una fermosa besaba
una vegada
estando
muy medrosa de los de su
posada
Fallé
boca sabrosa saliva
muy temprada
non
vi tan dulce cosa más agra a la
dexada
Unas
estrofas más adelante, en ese mismo poema, me sorprendió dar con la palabra
“barragán”. En cualquier otra circunstancia me hubiera limitado a sonreír y
dejar pasar la coincidencia. No pudo ser así en esta ocasión porque la palabra aparecía
usada en un sentido que me hizo cuestionarme si de verdad conocía yo su
significado. Y es que, para mí, la
palabra “barragán”, que conozco por su uso en femenino, “barragana”, sirve para
referirse a la mujer que no es la esposa de un hombre pero que cohabita con él,
y que por lo tanto posee ciertos derechos. Es una palabra que tiene una cierta
connotación negativa. Por eso me sorprendió encontrarla en este contexto, en el
que su connotación es indudablemente positiva. Escribe Sem Tob:
Non ha fuerte castillo más que la lealtad
nin tan ancho portillo com la mala verdat
nin omre tan cobarde com
el que mal ha fecho
ni barragán
tan grande com el que tien
provecho
Es decir:
no hay un castillo más fuerte que la lealtad; no hay una mella, o hueco en cosa
quebrada (que es lo que significa “portillo”) tan ancha como la mala verdad; ni
hay hombre tan cobarde como el que ha hecho mal… Por último: no hay barragán tan grande como el que tiene
provecho (“tener provecho”, anota la edición de Cátedra, significa tener derecho a algo). Esto es: no hay
barragán tan grande como el que tiene derecho a serlo… A la vista de este
verso, me pareció evidente que la palabra “barragán” estaba usada en otro
sentido, uno distinto al que tiene en la actualidad.
En distintos momentos de la charla, y de izquierda a derecha: doctor Teobaldo Eguiluz, Eduardo Vázquez Martín, Alberto Kalach y quien esto escribe. Fotos de María Bustamante. |
Acudí
entonces al diccionario, ese libro al
que Octavio Paz llamaba, con preciosa expresión, “mi hermano mayor”. Lo que encontré rebasó con mis expectativas y
me hizo sentir esa emoción que a veces nos depara el significado de las
palabras. Si la cuarta acepción de la palabra es, simplemente,
“concubina”, la quinta va más allá, siempre en el sentido que yo conocía:
“Esposa legítima, aunque de condición inferior a la del marido, y a la que las
leyes no reconocían los mismo derechos civiles que a la esposa principal”. ¿Cuál
es, en cambio, la primera acepción de la palabra? Es a ésta, sin duda, a la que
se refirió hace siete siglos Sem Tob: “barragán” es un “adjetivo en desuso” (¿por
qué, entonces, se da como primera acepción?) que significa “esforzado, fuerte o valiente”.
Entonces se entiende el que el poeta de Carrión de los Condes diga: “no hay
hombre tan cobarde, como el que ha hecho algún mal, ni un valiente tan grande
como aquel que tiene derecho a serlo”. La idea queda clara.
Aspecto de la celebración de los 115 años del nacimiento de Barragán. Foto: María Bustamante. |
Pero no
acaba ahí la cuestión. Una vez conocidas sus diversas acepciones, se antoja preguntarse: ¿cuál es la etimología de esa extraña palabra? ¿De dónde
procede “barragán”? Volví al diccionario.
Fue entonces cuando ocurrió lo más hermoso de todo el asunto, lo más
revelador.
Recordemos,
todavía antes de conocer la respuesta, lo
que leímos que dice Juan Palomar en el texto que copié más arriba: Barragán “era
totalmente libre en sus planteamientos y se daba todas las libertades”; los
racionalistas “se escandalizaban de las libertades que Barragán se tomaba”; “la
absoluta libertad, y sobre todo, contra el turbador erotismo que Barragán
expresaba”. Se comprenderá que haya sido emocionante para mí, en este contexto,
leer que la palabra “barragán” proviene “quizá del latín tardío barican,
baricānis, y éste procede del gótico barĭka, que viene de baro”, palabra “que significa ‘hombre
libre’”.
______________________
(1) Como
Alberto me interrumpiera para aclarar que el jardín resultante era tan suyo
como de Barragán, me permití decir que todavía nos debía el relato de su
experiencia práctica a la hora de intervenir el jardín, que sería interesante
que hablara de la famosa “paleta botánica” de Barragán y que algo dijera sobre
la polémica que, según leo en un testimonio de la hija de Max Cetto, provocó el
que el gran artista jalisciense, al hacer sus primeros jardines en el Pedregal,
acudiera a especies botánicas que no eran endémicas de ese lugar.
Las fotos del día de la charla en Tacubaya son de María Bustamante, a quien agradezco su colaboración. La reproducción del tríptico del Bosco, que está en el Museo del Prado, procede de la Wikipedia.
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