El miércoles pasado, en el Teatro Bicentenario de León,
Guanajuato, se estrenó una nueva puesta en escena mexicana de la ópera de Mozart sobre
el triunfo de la bondad sobre el amor. Como ha ocurrido en tres o cuatro ocasiones
anteriores, la primera de ellas en 2000, cuando hicimos La flauta mágica en el Palacio de Bellas Artes, mi amigo Sergio
Vela me he pedido trabajar para el montaje escribiendo una serie de textos en
castellano para ser dichos en escena por un personaje narrador.
Sergio Vela, director de escena de El rapto en el serrallo. Foto: FF |
Esos textos tienen
la función de servir de enlace entre los números musicales característicos de
la forma Singspiel, con la idea
siempre de que se entienda completamente lo que ocurre delante de los ojos de
quien contempla el espectáculo. Para informar de las intenciones de mi querido
amigo y poner en circunstancia a los espectadores, nos ha parecido buena idea
desarrollar por escrito una entrevista que hemos incluido en el programa de
mano. Se trata de una docena de preguntas sobre la partitura mozartiana, nuestro
montaje en concreto y todo aquello que pueda ayudar a penetrar de mejor manera el espíritu de la representación. Van aquí las cuatro primeras preguntas. El
cuestionario completo podrá leerse en la edición de Verano de nuestra revista, Liber.
¿Qué lugar ocupa El rapto en el serrallo dentro del catálogo operístico de Mozart?
Tras haber frecuentado la opera seria y la opera buffa
italianas en su temprana juventud, Mozart dio un salto mayúsculo, tras un
relevantísimo viaje a París, con Idomeneo,
re di Creta, ópera que sintetiza la tragédie
lyrique francesa y la opera seria
metastasiana con las enseñanzas reformadoras de Gluck, en 1781; a continuación,
Mozart se liberó de las ataduras que lo mantenían sujeto al Príncipe Arzobispo
Colloredo (personaje que, al margen de la Historia, sólo es recordado por haber
maltratado y obstaculizado a Mozart), y también logró emanciparse de su padre,
Leopoldo. Mozart se asentó en Viena, se casó con Constanze Weber (la afortunada
coincidencia con el nombre del personaje femenino es sólo eso, una
coincidencia) y recibió el encargo, ciertamente entusiasmante, de escribir un Singspiel, pues el Emperador José II —un
admirable ejemplo del mejor despotismo ilustrado— tenía especial interés en
divulgar el teatro musical en lengua vernácula. Mozart había escrito
tempranamente Bastien und Bastienne
como Singspiel (alternando los
números musicales con diálogos en lengua alemana, no musicalizados), e incluso
había hecho una adaptación de La finta
giardiniera —una opera buffa—,
convertida en Singspiel con el título
Die Gärtnerin aus Liebe. Además,
había avanzado en la composición de Zaide,
un Singspiel de tema turco, que hubo
de abandonar —antes de dedicarse a Idomeneo,
re di Creta—, por no estar convencido de la sustancia dramática del
libreto. Con estos antecedentes, Mozart emprendió la redacción de su primer
gran Singspiel (el otro será Die Zauberflöte, al final de su vida), Die Entführung aus dem Serail, e hizo
una contribución de enorme significación y trascendencia, no sólo para la ópera
alemana, sino para el teatro lírico en general.
¿Cuáles son los criterios a partir de los cuales has
trabajado en este nuevo montaje para hacer tuya una de las óperas más
representadas en el ámbito mundial?
Suelo partir de mi absoluta fidelidad a la
partitura y a la sustancia dramática de la obra. Cada título, sea operístico o
teatral, implica cuestiones peculiares. En el caso de Die Enführung aus dem Serail estamos frente a una comedia que, al
enfrentar a unos y otros (europeos cristianos versus turcos musulmanes), aborda cuestiones muy hondas sobre las
distinciones y las afinidades entre las culturas, y he querido evidenciar el
fructífero encuentro entre Asia Menor y Europa con ligereza y, a la vez, con la
fascinación que me producen desde siempre los vínculos esenciales y los
contactos entre el cristianismo, el judaísmo y el islam, bien sea en Europa o
en el Medio Oriente. Debo decir, además, que comencé a estudiar esta ópera en
1978 (¡cuando tenía tan sólo 14 años de edad!), y sigo atónito al leer una
partitura impecable, cuya estructura formal y cuya riqueza material nos brindan
el instrumental necesario para interpretarla. Mozart es, para decirlo con toda
claridad sintética, un milagro.
¿Por qué tu decisión de sustituir las escenas
teatrales características del Singspiel por un gran monólogo que se va diciendo
entre los números musicales?
Ante todo, para dar un mejor flujo dramático a la
trama, que se desenvuelve en los números musicales (algo característico de las
comedias líricas, pero no de la opera
seria, cuya sustancia dramática se halla en los recitativos). Además, para
evitar que en una posible actuación en prosa —ora en alemán, ora en lengua
vernácula—, sin el sostén de la música, quedaran evidenciadas las eventuales
deficiencias lingüísticas de tales o cuales intérpretes.
¿Por qué has decidido dar al Bajá Selim la
responsabilidad de contar la historia y de servir de ilación de sus partes?
¡Porque el papel del Bajá Selim es el más interesante
de todos! Es un déspota ilustrado, como José II —siempre amigable con Mozart—,
tan clemente como el emperador Tito Vespasiano, y es un hombre que, habiéndose
repuesto del infortunio, elige actuar con magnanimidad cuando podía desplegar
una fiereza cruenta. Además, el Bajá es quizá un cristiano renegado, converso
al Islam, y bien podríamos aventurarnos a suponer que la madre de Belmonte es
la mujer que, antaño, le fue robada. La caballerosidad del Bajá Selim —que
tanto me recuerda a la de mi propio padre— y su convicción de que sólo del amor
nace el amor es casi inusitada. La verdad es que este personaje, que nunca
canta —por meras cuestiones circunstanciales, ya que Mozart no contaba con un
cantante idóneo, como sería un buen barítono o un bajo que contrastara con
Osmín— amerita mayor relieve que el que suele dársele, y por ello te invité a
escribir los hermosísimos parlamentos del Bajá. Me parece que al comenzar con
una primera narración del Bajá, intercalando otras doce intervenciones suyas
entre números musicales, la trama se ha beneficiado de claridad y dinamismo. O,
al menos, eso espero.
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Salvo el retrato de Sergio Vela en entrevista, en el foyer del Teatro Bicentenario de León, las fotografías que ilustran este post son de Arturo
Lavín, de Arte & Cultura Grupo Salinas. Las tomo de la página en Facebook
de Liber Festival.
Más
sobre El rapto en el serrallo en este
blog:
Primera lectura, https://bit.ly/2I1dGb6
Más teatro en Siglo en la brisa:
Textos para La mujer sin sombra de
Richard Strauss, http://bit.ly/1IraPP6
La Orestiada de José Solé, https://bit.ly/2FLXAQk
La Orestiada de José Solé, https://bit.ly/2FLXAQk
Sobre una línea de Medea de Eurípides, http://bit.ly/2oE0MFe
La lengua de La Celestina, a
escena, http://bit.ly/2pjD0RK
El día que fui el Narrador, http://bit.ly/2rCRdqg
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