viernes, 30 de marzo de 2018

A la salud del incurable

Hace unas semanas, para coincidir con el homenaje que le rindió al poeta la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán, apareció A la salud del incurable. Homenaje a David Huerta. Nacido gracias a la propuesta y el empeño de Carlos Ulises Mata, y a la generosidad de la editora Elba Sánchez Rolón, el libro, que fue patrocinado por la Universidad de Guanajuato, reúne los ensayos que se escribieron expresamente para celebrar los 30 años de la publicación de Incurable, el título más emblemático del poeta nacido en 1949 en la ciudad de México. La mayoría de los textos fueron leídos la tarde del 8 de marzo del año pasado, en la Librería Icaria, que estaba en lo que todavía se llamaba Escuela Mexicana de Escritores, en la colonia Narvarte. Una reseña de lo que ocurrió ese día está en el artículo "Gracias a Incurable", del que ofrezco una liga al calce. El siguiente texto sirve de prólogo al flamante volumen.
David Huerta. 23 de febrero de 2016. Foto: FF
Homenaje a David Huerta
Por FF
Frases luminosas o extrañas, adjetivos insólitos y perfectos, memorables estrofas, pasajes enteros: lo que acude a la mente si se piensa en el libro, lo que revive en quien lee si se hojea de nuevo, frecuentemente con una sensación de gozoso extravío en el apretado bosque de sus páginas… todo ello forma parte de la experiencia de cualquiera de los lectores más fieles de Incurable
Incurable, Ediciones ERA,
México, 1987.
Yo leí el poema a inicios de la década de 1990, con lápiz en ristre y cuaderno de notas, y escribí y publiqué un texto crítico y entusiasta (“De frente a Incurable”, El Dominical de El Nacional, 7 de agosto de 1994); después, lo he releído en incontables ocasiones, de manera fragmentaria pero recurrente e intensa. Si la primera vez intenté apreciar su forma general, y distinguir la línea de su “argumento”, y proponer una descripción de cada una de sus nueve partes, en las visitas que he realizado con posterioridad me he dedicado a hacer de él un libro a mi manera a partir de un mapa que yo mismo me he trazado, como si fuera el de una fortaleza que he habitado y de la que conozco por lo tanto las entradas y las salidas, los pasadizos que llevan de una cámara a otra, las terrazas sobre las que da el mejor sol y los sótanos más misteriosos y oscuros.
Vuelvo a asomarme ahora y confirmo que siguen en su lugar aquellos adjetivos que primero me deslumbraron y que ahora encuentro más embellecidos por el trato recurrente de las visitas sucesivas, e invariablemente descubro otros en los que no había reparado, adjetivos que de pronto me resultan llenos de aromas distinguibles y nítidos, y que al menos al principio, en los días en los que el libro acababa de publicarse, no fui capaz de apreciar, cuando yo era un lector de olfato incipiente y el volumen todavía olía a imprenta: los párpados egipcios (pág. 139) y los lápices hipnóticos (211); el pecho vagabundo (292) y las camisas izquierdas (307); la rata insigne (315) y la bufanda paleolítica (324).
No menos que ello, en las páginas de mi ejemplar de Incurable están señalados los versos que me impresionaron en los años de la juventud y que un cuarto de siglo después siguen encendiendo mi imaginación, alimentando mi amor por las palabras y orientándome en los caminos de la extraordinaria sensibilidad de un poeta al que cada vez quiero con más razones: el que defina la palabra “sábado” como una deriva de óvalos (22), hable de una caverna de emocionada espeleología (57) o se refiera a la contradanza del signo y la sustancia (175).
Pero eso ocurre con mayor fuerza en la lectura de las estrofas y los pasajes íntegros que titulé de las maneras en las que me refiero más abajo, tal y como consta en las anotaciones que hice en los márgenes de ese ejemplar, que es de la primera edición del libro, estrofas y pasajes a los que siempre regreso encaminado por mis indicaciones de otros tiempos, y que me llevan de vuelta al exacto lugar donde me están esperando: el Almacén de las Palabras (12), la Anestesia (146), el Recuerdo (155), el “No escribo siempre desde el mismo lugar” (157), el Profesor (159), el Amor (161), la Sinestesia (167), la Función (171), el Personaje (239), la Marea de Agualuz (248), el Perro (299), el Atropellado (333), la “Flor de toda entraña” (352), el Muchacho (354), las Rayas (358), el “Dos veces quise caer, luego quise caer diecinueve” (368)…
Copio siquiera una muestra mínima de la descomunal mina de tesoros que es Incurable, y lo hago porque me parece que el lector puede darse cuenta, incluso en esta selección de seis o siete piedras preciosas, por su reflejo aislado e instantáneo, del resplandor del conjunto de sus casi 400 páginas:
Las opiniones como remotas constelaciones
girando sobre el zodiaco de la taza de café (144)
*
Los cisnes rozan mi cenicero y picotean mis manos atareadas de insólito mecanógrafo (157)
*
salté sobre la cabeza del dragón de mi sueño
y tomé la cintura rutilante de la bailarina Eduardova
para bailar con ella el vals del miedo y la mazurka de la resurrección (177)
*
Abandonado al estilo de enero, confundí la mañana con el comienzo (234)
*
Mi boca huele a cerveza barata y no es justo
que tus dientes de uranio se manchen con esta emanación (353)
*
Si yo hablara
filosóficamente, si yo hablara y lo hiciera de un modo cobrizo y filosófico, si yo hablara, si
pudiera explicar, explicarlo, explicarte como mi morir fue esa misma multitud de las ondulaciones
que caían, relampagueando, atrozmente, sobre mi herida abierta y sobre mi morir intransferible.
Si yo hablara tientas, filosóficamente, como un atroz adverbio que muriera en mis labios,
al morir se haría nada, yo viviría y podría explicarte, explicártelo (287)
*
pues de su majestad o su miseria, de su harapo somero, del escaso millón de su llegar,
yo tendría inauditos volúmenes, fiebres antiguas, alhajas intocadas (306)

Lázaro Tello lee su texto sobre Incurable. 8 de marzo de 2017. 
Foto: EME/Icaria
El miércoles 8 de marzo de 2017 se realizó una jornada de homenaje a Incurable, de cuya aparición se cumplían entonces tres décadas. La jornada se llevó a cabo en la librería Icaria, que estaba en lo que aún se llamaba Escuela Mexicana de Escritores, en dos partes: una mesa de trabajo, primero, y después una mesa de homenaje propiamente. En la primera mesa participaron dos jóvenes conocedores de la obra de Huerta, Emiliano Álvarez y Lázaro Tello Pedró, y en la segunda dos poetas cercanas en cronología y en cierto modo intereses literarios a él, Elsa Cross y Coral Bracho.
Participación de Emiliano Álvarez en el homenaje a Incurable
8 de marzo de 2017. Foto: EME/Icaria
Emiliano Álvarez partió de la famosa línea inicial del libro, el endecasílabo “El mundo es una mancha en el espejo”, para proponer algunas ideas sobre la manera en la que versifica el poeta, con mucha más laboriosidad, amor al detalle y atención a la tradición que lo que permiten pensar, sobre todo en un primer vistazo, sus largos versículos. Por su parte, Lázaro Tello Pedró documentó el ambiente que rodeó la aparición de Incurable y reprodujo aquello de importancia que dijo la crítica, los tinos y los desatinos de los expertos mexicanos en el tema, e incluso citó una crónica de la presentación del libro en el Museo Nacional de Arte, el 15 de noviembre de 1987 (“David llegó vestido con una guayabera amarilla de Masaya, Nicaragua”).
Interviene Elsa Cross.
A la derecha, David Huerta. Luego, Coral Bracho.
8 de marzo de 2017. 
Foto: EME/Icaria
En la segunda mesa, después de que Elsa Cross trazó una serie de líneas de parentesco entre el libro de David Huerta y la poesía y el pensamiento orientales, Coral Bracho, que estuvo cerca del poeta mientras escribía Incurable, contó sus impresiones de su nueva lectura del gran poema, con el que se ha reencontrado con más admiración que cuando lo leyó por primera vez. 
Además de las participaciones de estos poetas y críticos, se leyeron los trabajos de algunos amigos entusiastas de Incurable que fueron escritos para la ocasión: entre otros, de Luis Vicente de Aguinaga (“cada versículo es el centro de una esfera de Pascal inagotable y exaltante”), Josué Ramírez (“una experiencia límite, por su extensión y la fabulosa riqueza de sus recursos de toda índole”) y Carlos Ulises Mata (“un gobelino alucinante ornado de festones barrocos y de puntos romboidales y telegráficos cuya contemplación marea la vista e insinúa el vértigo fijo y móvil del infinito”). Entre las mesas redondas, e incluso entre las participaciones de los cuatro ponentes, el poeta Hernán Bravo Varela leyó fragmentos de Incurable escogidos por él mismo. El momento más emotivo de la jornada, especialmente para David Huerta, fue cuando el poeta se dio cuenta de que entre el público estaba su traductor al inglés, Mark Schafer, quien a su vez leyó un emotivo texto de agradecimiento a Incurable.
Este libro reúne los textos que se dieron a conocer en aquella jornada de homenaje, los que leyeron los autores que estuvieron presentes y los que fueron enviados por correo desde diversos lugares para ser leídos en la ocasión. Es una manera de celebrar el trigésimo aniversario de un libro que ha dejado una huella profunda en todos nosotros; no menos que eso, una forma de allanar el camino a quienes todavía no lo conocen. Es una invitación, en fin, a conocer uno de los máximos logros de la poesía mexicana de la segunda mitad del siglo XX de la mano de algunos de sus lectores más agradecidos.

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David Huerta en El Hallazgo.
23 de febrero de 2016.
Foto: FF
Más sobre David Huerta en este blog:
Gracias a Incurable, http://bit.ly/2y7jnh5
David Huerta dialoga con López Velarde, http://bit.ly/1UHngzi  
Evocación de Néstor Perlongher, http://bit.ly/1GpA6ft
En los 80 años de Gerardo Deniz, http://bit.ly/1sDZm8f
Revista Alejandríahttp://bit.ly/1cPgFw9
19 imágenes de los Estados Unidos, http://bit.ly/1w0kZFZ
Danza de Clori, http://bit.ly/1AXDU4L




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