Repetidamente me advirtieron que no florecía. Cuando lo hizo, en abril de
2015, a los ocho años de vivir en mi casa, a donde llegó mucho más pequeña que
ahora pero ya con la hermosa forma redondeada que la caracteriza (había sido un
regalo de cumpleaños de mi amiga Cecilia Barraza), alguien me explicó que bien podía suceder que floreciera, por supuesto, pero que
raramente lo hacía y sólo en condiciones extraordinarias. Quien me lo dijo aprovechó
para explicarme que era yo una persona afortunada porque me había tocado
presenciar ese hecho mágico, que ocurría,
cuando mucho (y ya con mucho) en una sola ocasión a lo largo de la vida de la
planta. Porque, eso sí, de ninguna manera debería de hacerme ilusiones de que el
fenómeno pudiera repetirse.
Mi Dracaena fragrans sin flor. |
Un año y
medio más tarde, en diciembre del año pasado, mi Dracaena fragrans floreció por segunda vez. Lo hizo con más fuerza
y esplendor que la primera. No sólo eso: de los cuatro troncos que conforman el
conjunto que yo llamo palo de Brasil,
o cuando mucho dracaena (siempre en
singular, quiero decir, como si se tratara de una sola planta), uno de ellos, el
tronco que no había echado flor en 2015, lo hizo de manera especialmente
vigorosa, uniéndose así con vehemencia vegetal al contagioso entusiasmo de sus compañeras.
Poco menos
de un mes más tarde, cuando las flores se secaron y procedí a cortar las
varas secas, la planta sufrió un decaimiento que me hizo seriamente temer por
su futuro. Se amarilló, las puntas de las hojas se secaron y su aspecto general fue,
de pronto, como de depresión y decaimiento.
Contraté entonces a un jardinero para
que la trasplantara a una maceta más grande, renovara su tierra y le añadiera un
buen abono. Cuando el jardinero se vio delante de la planta, me dijo que sin
duda podía ocurrir que el palo del Brasil, que él llamaba tronco brasileño, echara flor, e incluso, como me había ocurrido a
mí, un par de veces a lo largo de su vida, pero que ese hecho no era sino el
anuncio de su muerte inminente.
Cuando
escribo estas líneas, a finales de marzo de 2017, es decir dos meses después del
cambio de maceta, con la planta a sus anchas en su tierra renovada y removida, advierto
que al final de cada uno de los cuatro tallos que conforman el conjunto de mi
palo de Brasil ha aparecido un nuevo brote de un bellísimo color verde claro, perfectamente
sano, lo que me hace alimentar la esperanza no sólo de que sobrevivirá todavía
una buena cantidad de años sino de que, incluso, todavía veré algún otro
florecimiento.
Imagen de la primera floración. Abril de 2015. La foto es mía. |
La primera
vez que lo hizo, hace año y medio, a las puertas de la Semana Santa de 2015,
entre entusiasmado y sorprendido por un hecho que de ninguna manera me
esperaba, hice unas cuantas fotos para documentar el proceso. No
pude hacer todas las que yo hubiera querido porque casi de inmediato salí de
viaje. Nada más regresar, eso sí, armé una entrega de mi blog y publiqué las imágenes que me parecieron menos malas (el link, al calce).
Hace cuatro
meses, a principios de diciembre de 2016, cuando me di cuenta de que el
fenómeno empezaba a producirse de nuevo, repetí la operación fotográfica, esta
vez con más tiempo y mayores cuidados. El motivo de este nuevo post es mostrar un puñado de las decenas
de fotos que tomé para documentar la segunda floración de mi Dracaena fragrans. La historia que
cuentan estas imágenes empieza la noche del 4 de diciembre del año pasado,
cuando me di cuenta de que se anunciaba un segundo brote de flores, y se
extiende hasta la tarde del 31 de diciembre, el último día del año pasado,
cuando corté las varas secas. En estas fotos se muestra cómo se
desarrolló la segunda, estupenda, nuevamente inesperada y magnífica floración
de la hermosa planta que me acompaña desde ahora casi ya una década.
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Más sobre mi Dracaena fragrans en este blog:
Más naturaleza urbana en Siglo en la brisa:
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