Tantos
años hace que conozco a Merodio, que no soy capaz de decir cuándo lo vi por
primera vez. En cambio puedo recordar con precisión el último día que estuve con él antes de la
mañana de hoy, 18 de octubre de 2016, martes, cuando nos encontramos en
un extremo de la Avenida Alfonso XII, a las puertas del Parque del Retiro de
Madrid. En 2008 pasé unos días en Barcelona, donde entonces vivía Merodio, para estar presente en la gran Feria del Libro española como responsable de la Dirección General de Publicaciones de
Conaculta.
Aurorretrato de computadora como funcionario de la Dirección General de Publicaciones de Conaculta, 2008. |
La última noche de mi viaje acudí a una reunión en casa de un
conocido de ambos en la que estaba él, entre otros queridos amigos –como Diego Celorio–. Después de despedirnos de la concurrencia, salimos a la calle al
mismo tiempo Merodio y yo; él desplegó una hermosa bicicleta portátil, si hay
alguna que no sea portátil y hermosa, y allá fue, pedaleando alegremente por
las calles nocturnas de la ciudad condal.
Bicicleta portátil plegable parecida a la que usó Merodio una noche de 2008 en Barcelona. Tomo la foto de la red. |
Merodio y yo nacimos en 1964; si lo conozco desde hace tantos años que no puedo decir
cuándo lo vi por vez primera, es quizás porque siempre estuvo allí. Su padre,
llamado Miguel Ángel Merodio como él, era el gerente del Parque Asturias de la
ciudad de México.
Los Merodio, padre e hijo. Foto tomada de la página de Facebook de Marisa Cosío de Merodio, madre de mi amigo. |
Aquel enorme centro deportivo y social que está al sur de la
capital del país, que tiene albercas y campos de futbol y canchas de tenis y
frontones, pero también un monumento al Rey Pelayo y un hórreo y una bolera,
era algo así como una representación del lugar de origen de aquellos asturianos entre
los que nos criamos Migue y yo. De esa forma, su padre era una suerte de
alcalde en funciones de aquel pueblo de emigrantes, muchos de los cuales llevaban toda la
vida en México.
Merodio padre, a la izquierda de la imagen, retratado en el Parque Asturias. En medio, Raymundo Otero. Foto tomada de la página de Facebook de Marisa Cosío de Merodio, madre de mi amigo. |
Como
su hijo, Merodio padre era un hombre lleno de talentos, enamorado de la poesía
y la música, que lo mismo podía templar una guitarra que bailar una rumba y
cuya muerte prematura fue particularmente sentida.
Mi madre baila con Merodio padre en una romería del Centro Asturiano, alrededor de 1980. Al fondo de la foto, de perfil, mi padre. |
Yo estuve al lado de Migue
cuando, acompañado de su madre (y de la mía, por cierto, y de mis tres
hermanos), depositó sus restos sobre las aguas del asturiano río Purón, una
fría mañana de diciembre de 1991. Por un momento me da vértigo darme cuenta de
que ha pasado media vida: mi amigo y yo, que entonces teníamos 27 años, andamos
ahora en los 52.
Migue y su Marisa, su madre, en Asturias, el año que depositamos los restos de Merodio padre en un río de Llanes. La foto es mía. |
El
Cementerio de la Almudena, me explica Migue una vez que llegamos a nuestro
destino, después de un corto viaje en metro, es el más grande de Europa. Según él,
cinco millones de personas hay enterradas en él. Después de lo que hemos
caminado, e incluso oteado desde una loma dentro del propio cementerio, no dudo de que sea así. Durante las siguientes horas iremos reconociendo algunas tumbas,
principalmente de escritores y políticos, que Merodio tiene bien ubicadas. Mi
amigo me dice que en La Almudena se nota como en pocos lugares la huella de la Guerra Civil. Un
ejemplo que me hace ver él mismo es el contraste con que se recuerda a algunos
de los personajes más relevantes del pensamiento republicano o socialista,
modestamente enterrados, y el fasto con que se honra a los héroes de la nazi
Legión Cóndor.
Máscara mortuoria de Pablo Iglesias, en el Cementerio Civil de Madrid. La foto es mía. |
Este año estoy en España porque he venido a presentar la antología de Gerardo Deniz, editada por la filial española del Fondo de Cultura Económica y la Fundación Pablo Iglesias.
Algo de
lo que ha llamado la atención en España es que Deniz, poeta sobre cuya obra he
trabajado a lo largo de los últimos 25 años, fuera nietastro
del célebre político. Merodio ha pensado que seguramente me resultará
interesante ver la tumba del fundador del socialismo español, y bien puedo decir que ha
sido así.
Con toda razón, a mi amigo le hace gracia que la tumba con que fue inaugurado el Cementerio Civil sea la de una suicida que se llamaba Maravilla Leal González, así que
me conduce hasta ella.
Tumba de Maravillas Leal González, suicida. El primer enterramiento del Cementerio Civil de Madrid. |
Vista del cementerio judío de Madrid. |
Por último, nos pasamos al
otro cementerio, al grande (al inmenso, al más grande de Europa). Por desgracia, Merodio, como me ha dicho una vez que estamos ya de paseo, no ha traído consigo su cámara fotográfica. Lástima,
por tanto, que en esta ocasión haya que conformarse con las imágenes que hice
yo. Pero me he quedado sin espacio, así que esas fotos las publicaré en el post de la próxima semana.
Miguel y yo al final de nuestro paseo por el Cementerio de la Almudena de Madrid. |
Manito
ResponderEliminar