Aunque la
tengo muy a mano, tardé en consultar mi edición de La Celestina para aclarar un refrán que de cuando en cuando volvía
incompleto a mi memoria, y que recordaba con
certeza que había leído en sus páginas. Por fin lo hice hace unas cuantas
noches: “Las yras de los amigos siempre suelen ser reintegración del amor”.
Según
Julio Cejador y Frauca, la frase está en Terencio (“Amantium irae,
amoris integratio est”, Andria) pero Fernando de Rojas la tomó de
Petrarca (Epístolas familiares). El
especialista español, que se muestra tan meticuloso ofreciendo la fuente original,
se olvida de dar la directa. ¿O es que Petrarca la cita sin cambiarle palabra? No
hace lo mismo el autor castellano, cuya versión resulta encantadora porque al tajante “siempre” hace seguir un relativo “suelen ser”. Mi latín
rudimentario me da para confirmar que ese detalle, que pone en la frase cierta
duda, haciéndola más humana, no está en Terencio. Como sea, se trata de un proverbio que necesita de glosa: y es que al parecer su significado no es, como creí en un principio, que
el enojo entre los antiguos amigos equivale al amor que se tuvieron en otras
épocas, sino que las rencillas entre los amantes contribuyen a redoblar el
amor. Más abajo, en el lugar que le corresponde en esta pequeña selección de
refranes celestinescos, copio algunas citas esclarecedoras de una fuente que
aclara el resto de ellos —y a la que me prometo volver.
Fue en la
edición de La tragicomedia de Calisto y
Melibea prologada y anotada por Cejador (Clásicos Castellanos, Madrid,
1955, pero adquirida en Donceles medio siglo más tarde), que leí por vez
primera a consciencia una de las obras más fascinantes de la literatura
española.
Por fortuna, mientras me adentraba en sus auctos tenía a la vista la tercera parte de los Orígenes de la novela de Menéndez Pelayo,
dedicada a la novela de Fernando de Rojas, uno de los estudios más fascinantes
que yo haya leído sobre obra literaria alguna. Por aquellos días, con López
Velarde de por medio, dediqué un extenso artículo a la lectura cruzada de ambas
ediciones. El poeta de Zacatecas venía a cuento porque en el antiguo texto castellano
di con una frase que me resolvía cierto pasaje suyo. Por desgracia, aquel
artículo —que apareció en Nexos creo
que en marzo de 2005—no está en línea, lo que me hace pensar que quizás deba publicarlo
alguna vez en este blog, aunque sea en dos
o tres partes. De momento, mi nueva visita a La Celestina me sugirió la idea de entresacar algunos de los
refranes y proverbios que más me gustan, anotados por su editor.
Todo el
mundo está al tanto de la riqueza paremiológica de esa obra; mi acercamiento es el de un mero aficionado y no tiene otro
objetivo que compartir el gozo, como se verá lleno de perplejidades y preguntas,
de algunos de ellos.
Tomo las frases del índice que ofrece el segundo tomo de Cejador,
en el que aparecen enumeradas por orden alfabético de temas, y luego copio lo
que se dice de cada una de ellas en la página que le corresponde, casi siempre
empezando por su ubicación en dos fuentes básicas del asunto: el Vocabulario de refranes y frases
proverbiales (1627) del Maestro Gonzalo Correas, y en menor medida los Refranes que dicen las viejas tras el fuego del Marqués de
Santillana (en el grabado, al lado estas líneas). Por cierto, el número que sigue a la abreviatura de Correas
(“CORR.”) es el de la página de la edición de 1906, hecha por la Academia de la
Lengua a partir de una copia única, y que está consultable en línea, con todo y
buscador de palabras: http://bit.ly/UcpqdK.
Cito entre comillas; la responsabilidad de lo que está fuera de ellas corresponde
a quien esto escribe.
Do vino el asno verná el albarda.
“Refrán que no
traen los refraneros conocidos”, anota Cejador. Es decir que, en su opinión, es
posible que se recoja por vez primera en La
Celestina. No tengo ninguna experiencia en los temas paremiológicos, pero la
frase tiene un sabor verdaderamente popular. La albarda es la “pieza principal
del aparejo de las caballerías de carga, que se compone de dos a manera de
almohadas rellenas, generalmente de paja y unidas por la parte que cae sobre el
lomo del animal” (Diccionario de la Academia).
¿Adónde yrá el buey que no are?
“CORR., 9: ¿A do irá el buey que no are? A
la carnicería. Ídem: ¿A do irá el buey que no are, pues que arar
sabe?”
Ya no
recuerdo dónde leí que Gómara pone la frase en labios nada menos que de Cortés.
Encuentro el pasaje en las Historias de
las conquistas de Hernando Cortés, capítulo 49 (“El deseo que algunos
españoles tenían de dejar la guerra que se comenzaba”), edición de 1826: “Si
dejamos esta guerra”, dice el conquistador en una arenga en tierras de Tlaxcala,
“este camino comenzado, y nos tornamos como algunos piensan y desean, ¿hemos de
estar por ventura jugando ociosos y perdidos? No por cierto, diréis, que
nuestra nación española no es de esa condición cuando hay guerra y va la honra.
Pues ¿a dónde irá el buey que no are?
Pensáis quizás que habéis de hallar en otra parte menos gente, peor armada no
tan lejos de mar?”. (Naturalmente, el subrayado es mío.)
Ni ay cosa tan provechosa, que en llegando aproveche. Como la medicina de Fernando, que
estaba en la botica y estaba obrando.
De estas
dos frases —que por la cita conjunta que de ellas hace Cejador supongo que conforman el
refrán en alguna de sus versiones—, sólo la primera aparece en La Celestina. Sin embargo, no se
especifica fuente ni se dice nada más. A falta de referencias, copio el pasaje:
“Que, como Séneca nos dize, los peregrinos tienen muchas posadas e pocas
amistades, porque en breue tiempo con ninguno no pueden firmar amistad. E el
que está en muchos cabos, está en ninguno. Ni puede aprouechar el manjar a los
cuerpos, que en comiendo se lança, ni ay cosa que más la sanidad impida, que la
diuersidad e mudança e variación de los manjares. E nunca la llaga viene a
cicatrizar, en la qual muchas melezinas se tientan. Ni conualesce la planta,
que muchas veces es traspuesta. Ni ay
cosa tan prouechosa, que en llegando aproueche.”
De cossario a cossario no se pierden sino los barriles.
Según mi
parecer, se trata de un misterioso e inolvidable refrán. No me parece
satisfactoria la explicación que ofrece Cejador a través de sus dos referencias:
“CORR., 558: No se pierden sino los barriles. (Cuando barajan dos iguales.)
Cuando no se quedan debiendo nada los que riñen. S. BALLESTA.”
¿Por qué
“barriles”? La naturaleza negativa de la frase (“no”, “sino”) profundiza el misterio
que produce en quienes —como es mi caso— no lo entendemos por falta de
información o de contexto, y nos sugiere batallas de piratas
y cargamentos convertidos en inapreciables botines. “S. Ballesta” es Alonso Sánchez de
la Ballesta, autor de un Dictionario de
vocablos castellanos aplicados a la proppriedad latina (1587) del que se aprovechó
Correas.
Quando Dios quería.
“Quando
Dios quería. CORR.,
370: Cuando Dios quería, allende la barba escupía; ahora que no puedo,
escúpome aquí luego. (Cuando Dios quería se dice acordándose y haciendo
mención de mejor tiempo y fortuna.)”.
Es una frase
muy usada en la poesía del Siglo de Oro, donde yo la conocí y a cuyo encanto no
fui capaz de resistirme (“Con alguna gracia no del todo ajena a su mesmo
sentimiento, describe el estado actual de su ánima”, en El ciclismo y los clásicos, segunda edición, Parentalia, página
14).
Jamás el esfuerço desayudó la fortuna.
“Porque A
los osados ayuda la fortuna o favorece la fortuna (CORR., 7), y Buen
esfuerzo quebranta mala ventura (SANTILL.). CORR., 32: Al hombre
osado, la fortuna le da la mano.”
El verbo
“desayudar” —“impedir o dificultar lo que puede servir de ayuda o auxilio”— aparece
en el Diccionario de la Academia sin que se diga que está en desuso, como
podría creerse. Me gusta la oposición que hace con el adverbio “jamás” cuando
todo el sentido de la frase apunta a lo contrario de él.
Ofrescer mucho al que poco pide
es especie de negar.
No necesita
comentario y no lo ofrece Cejador. ¿Será creación de Rojas, que lo pone en boca
de Celestina?
Las yras de los amigos siempre suelen ser reintegración del
amor.
“Las
yras de los amigos,
de TERENCIO, Andria, v. 556: ‘Amantium
irae, amoris integratio est.’ Pero lo tomó del Petrarca, Epist. familiar, l. V, 8.”.
Más
arriba comenté mi primera impresión sobre la frase y lo que por lo visto
significa. Véanse estos otros dos comentarios, que tomo de la riquísima
edición de Fernando Cantalapiedra, a la que deberé volver con tiempo para
aclarar el resto de los refranes de esta lista: “PROVERBIOS GLOSADOS, número
322, páginas 388-389,
Renzilla de amantes / amor más que de antes: Dice Terençio: amantium
irae, amoris integratio est, que es lo que dize en nuestro vulgar este
proverbio que se suele también dezir por otras palabras: ‘Renzilla entre
enamorados hace doblar los amores’”.
Aquí la otra: “COMENTADOR, fol. 133v-134r,
gl.13: Estas son palabras del poeta Terencio, en la 1a comedia, acto 3, escena 3, onde dize ansí: amantium irae
reintegratio est. Pero están aquí, a mi juizio, no bien aplicadas, que el poeta
Terencio dízelas por respecto de los enamorados [...] pero de los amigos, como
aquí habla, [...] no se puede dezir de los tales lo mesmo; antes dezimos que no
ai peor amigo que el reconciliado // Tulio [??] / Petrarcha, De Próspera y adversa fortuna, diálogo
32; dize lo mesmo...” Tomo ambas notas del volumen III (Floresta celestinesca)
de la edición de la Tragicomedia de
Calisto y Melibea de Fernando Cantalapiedra Erostarbe, Teatro del Siglo de
Oro, Ediciones Críticas, Edition Reichenberger.
Ir por lana y volver trasquilado.
“CORR.,
149: ‘Ir por lana y volver trasquilado. (Cuando fue a
ofender y volvió ofendido; y acomódase a cosas semejantes, cuando salen al
revés de lo intentado.)’ […]”
Me parece
delicioso el sentido del humor de esta frase. Ignoro —y consultaré— las razones por las que
Celestina, que habla con leísmos, no dice como en la España actual “ir a por lana”, sino como hacemos nosotros
“ir por lana”.
Cejador se
limita a ubicarlo en Correas (400) y aprovecha, como siempre que puede, para insistir
en que “el corrector” Proaza anduvo por allí. Quien conozca la edición de
Clásicos Castellanos sabrá a qué me refiero. (Al particular dediqué algunos
párrafos en mi texto de Nexos). Como
sea, me encanta la expresión “ayna”. ¿Se refiere a la tercera acepción del
Diccionario de la Academia, “fácilmente”? Uno diría “más aprisa”, o “más
temprano”.
Perdido es quien tras perdido anda.
Éste es uno
de mis refranes preferidos de toda La
Celestina. Cejador lo recoge en su lista de refranes y frases proverbiales pero ni lo comenta ni lo ubica. ¿Es éste su primer registro? ¿Es creación de
Rojas?
A quien dizes el secreto das tu libertad.
“CORR.,
16: A quien dices tu secreto, das tu libertad y estás sujeto.”
Hermoso y rotundo tal como aparece en el texto castellano. No parece necesitar el remate con que lo recoge Correas ni mucho menos comentario.
Yerro es no creer e culpa creerlo todo.
Tampoco lo
anota Cejador, pero sí lo hace antes con un pasaje similar en el mismo aucto (el primero), en el que Celestina dice:
“Estremo es creer a todos e yerro no creer a ninguno”. Ésta es la nota: “CORR.,
139: Extremo es creer a todos y yerro no creer a ninguno.”
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La edición
de Clásicos Castellanos, cuidada por Julio Cejador y Frauca, de La Celestina, http://bit.ly/QGqYZJ
El Vocabulario de refranes y frases
proverbiales (1627) de Gonzalo Correas, http://bit.ly/UcpqdK.
Sobre las
ediciones del Vocabulario de Correas,
http://bit.ly/OBoJbG
Transcripción
de la edición de 1541 de los Refranes que
dizen las viejas tras el fuego del Marqués de Santillana, http://bit.ly/VrqdoR
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